Los equipos de ciclismo que participan en
carreras y eventos deportivos profesionales, como Movistar, Astana, Sky, etc.
saben de la importancia de que sus corredores recuperen de forma rápida y
efectiva las piernas después de rutas de 200 km o más, para estar en
condiciones óptimas al día siguiente. Se recurre a los masajes por
fisioterapeutas expertos e incluso se han inventado artilugios como los
pantalones o fundas térmicas que a base de aplicar frío y masajes en las
piernas consiguen mejorar el tono muscular y fomentan la regeneración de
tejidos y fibras musculares. El frío aplicado a las piernas ayuda a eliminar el
ácido láctico, una de las sustancias que producen la sensación de cansancio en
las piernas.
Como la mayoría de los ciclistas no
profesionales no pueden permitirse la adquisición de estos artilugios, y muy
pocas veces pueden recurrir a un masajista, hay una solución casera muy
económica que consiste en introducir las piernas en una bañera con agua fría y
permanecer allí durante un período de 15 a 20 minutos. Si
agregamos algo de hielo al agua mejor aún.
El procedimiento que yo utilizo para
hacerlo consiste en entrar primero a la bañera (vacía) y abrir el grifo del
agua fría para ir llenando, poco a poco, la bañera hasta que cubra las piernas.
De este modo el cuerpo se va adaptando
progresivamente a la baja temperatura del agua y evitamos así ese molesto “shock”
que se produce al entrar de forma brusca en contacto con el agua fría. Una vez
cubiertas las piernas, debemos mantenerlas sumergidas y relajadas. Podemos ir
agregando hielos de un cubo para mantener la temperatura baja del agua. Poco a
poco iremos notando un alivio, incluso entumecimiento de las piernas. Los vasos
sanguíneos se están contrayendo. Estos son los encargados de llevar el oxígeno
a las piernas cuando hacemos ejercicio. El frío ayuda a que los vasos
sanguíneos eliminen las impurezas que produce el cuerpo, entre ellas el ácido láctico.
Al salir del agua fría, la sangre limpia que fluye por nuestras piernas las
vigoriza nuevamente, produciendo la buscada recuperación.
Es un método sencillo y económico, que
puede mejorarse incluso mediante un buen masaje, o al menos con los
estiramientos necesarios para “soltar” los músculos. Para ello una ducha
después del baño, doblando la espalda y apoyando las manos con los brazos estirados
en la pared u otro elemento (por ejemplo el respaldo de una silla de plástico
que pueda mojarse sin problemas) mientras el agua proyectada de la ducha cae
sobre nuestra espalda haciendo un masaje desde las vértebras cervicales hasta
las lumbares. Aprovechamos para hacer estiramiento de piernas, cintura y espalda ¡Esto también ayuda mucho a recuperarse!